Irati Inoriza

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BLUE: CONTACT LINE: RED (2019)
Gala Knorr


En 1995 lentamente comenzó la llegada de los módem dial-up a los espacios domésticos en España, a los hogares de millones de personas. Entonces internet contenía cierta naiveté que hizo de ella el perfecto reino intangible para la creación de una utopía que no pudiera ser perpetrada. Una visión postcolonial de un espacio que pudiera fomentar la representación multicultural, cosmopolita y globalista de un intercambio incesante fundado desde la tolerancia de un anonimato tecnológico. Hoy día, con la introducción de las redes sociales y sus algoritmos, se ha generado una hiper-normalización que desde principios de los años sesenta, ha hecho que socialmente nos centráramos en la expresión individual, algo de lo que las redes sociales han conseguido convertir en una mercancía de valor incalculable. Al mismo tiempo haciendo que vivamos, en palabras del documentalista Adam Curtis, en una época de confusión e incertidumbre, donde nuestra experiencia como usuarios de internet acaba resultando ser una cámara de ecos, siendo lo único que escuchamos una reverberación de nuestra propia voz (1). Vivimos en una era en la que la realidad ha sido la gran víctima del crecimiento tecnológico disruptivo en la sociedad contemporánea, generando un cambio socioeconómico en el que las sociedades se convierten en burbujas homogéneas, donde el debate público se basa en viralidad guionizada, confortablemente anestesiados en un artificio que nos polariza (2). Este conflicto ha generado una corporalidad defensiva, una tensión estructurada, un debate sin palabras que se lee mediante el movimiento, un entendimiento a través del cuerpo y la aceptación del otro gracias a las borrosas líneas divisorias del ser.

En la Florencia del siglo XVI, ese conflicto físico y tecnológico en el que nuestros cuerpos se balancean podría haberse interpretado como un partido de Calcio Storicco, entre los Santa Croce Azzurri y los Santa Maria Novella Rosso, una comunidad dividida en colores, un encuentro donde los cuerpos en silencio intentan suprimirse los unos a los otros allí donde la comunicación verbal es inefectiva, se puede leer un deseo de derrota o de celebración. Nuestro cuerpo tanto en su quietud como en su movimiento adquiere el poder de ser afectado o crear conexiones que a su vez generan afectos, a veces de una manera intangible. En 1982 se estrenó la película de culto Tron, un relato de ciencia ficción en la que una inteligencia virtual extraordinaria adquiere cierto apetito por el poder, un ciberespacio donde los programas toman la forma humana de aquellos que los diseñaron y crearon. Tron es un festival virtual en el que los cuerpos en constante aceleración se baten, azul y rojo, en una dinámica de tensión en la que su luz se entrelaza y gira alrededor de un circuito cerrado en busca de una escapatoria. Su protagonista Flynn atrapado en el mundo virtual de Tron, se rematerializa a través de su terminal y consigue sus objetivos, su corpo-realidad ahora cambiada.

La verdad es más extraña que la ficción, porque la ficción está atada a la posibilidad (3), todas las grandes historias del ser humano se han narrado siempre conducidas por el deseo, el hilo conector de naturaleza animalística. Desde el gran Twain hasta las historias impregnadas de benzodiazepinas y bourbon de Hemingway, o a través del hedonismo nihilista ochentero de las Reglas de la Atracción de Easton Ellis. Hemos sufrido y alimentado los despojos de las narrativas radicales de finales del siglo XX asumiendo de manera permanente que nuestra realización personal solo podría concebirse través de la expresión individual. Un deseo que ayudaría a pavimentar nuestro camino de ascensión hacia algo más grande que nosotros mismos, un tipo de autoestima a veces dictada por los likes y retweets con los que 140 caracteres pudieran definirnos, aunque siempre sujetos al gran ‘otro’, una red infinita y desconocida. Dentro de la gran autopista electrónica encontramos consuelo en el mundo que experimentamos como una ilusión solipsista, no encontramos perturbaciones en nuestra onmipotencia fantaseada (4). Nuestros cuerpos aún están, están presentes, se descuidan navegando a través del universo, nos hemos convertido en una figura sin pretensiones que genera datos constantemente, compartiendo y recibiendo en una conciencia colectiva tecnológica dentro de un mundo que aunque no palpable, tiene la capacidad de dar forma al estrato de nuestras realidades despertadas.

Los templos venerados, nuestros cuerpos, constantemente, cambiando, biológicamente, químicamente, tú, yo.

Nuestras espaldas se arquearon mientras estábamos entrelazados, nuestra acción/inacción física, la tensión electrificada de un contacto que se arremolina hacia adelante y hacia atrás hasta que el magnetismo divisivo de nuestros cuerpos presenta los efectos de los afectos nacidos de nuestras corporeidades confrontadas que originan un unísono, un tono perfecto coincidente de dos notas separadas que llegan a un entendimiento. Un aullido que se articula bajo la sinfonía in-crescendo en una ceremonial pseudo abducción punk desplegando mecanismos que desconstruyan el Olympo entre afectos y tormentos. Deep blue, rosso profondo, una línea de contacto cuyo fluir explora los cuerpos en constante cambio, una articulación dentro de un combate, una constante posibilidad, una ficción intangible aún

activada por el movimiento, una verdad corporal que utiliza como motor el afectar como el ser afectado, una victoria laureada del sentir como cuerpo y como realidad.

Una línea de contacto que hace que no pienses, no te preocupes, mires por encima del hombro, preguntes, dudes, temas, lastimes, esperes una salida fácil, luches, agarres, confundas, piques, rasques, murmures, murmures, murmures, tropieces, te adormezcas, divagues, juegues, caigas. Correteando, luchando, enganchando, eclosionando, te quejes, gimiendo, gimiendo, afilando, deshuesando, hables mierda, se te parta el cabello, recogiendo liendres, hagas pis, te metas el dedo en la nariz, saques el culo, metas el dedo en el ojo, señales con el dedo, te escapes por el callejón, larga espera, pequeños pasos, mires mal, te rasques la espalda, buscando, posarse, te restriegues, moler, moler, moliéndote a ti mismo. Detente y solo

SIENTE. (5)


1 Curtis, Adam. ‘Hypernormalisation’, British Broadcasting Corporation, 2016
2 Steyerl, Hito. ‘Technology Has Destroyed Reality’, The New York Times, Dec. 5th 2018
3 Twain, Mark. ‘Following the Equator: A Journey Around the World', American Publishing Company, 1897 4 Fisher, Mark. ‘Capitalist Realismo: Is there no alternative?’, Zero Books, 2009
5 Carta de Sol LeWitt a Eva Hesse, 4 Abril 1965